miércoles, noviembre 15, 2006

ovillos existenciales


dolorida como estaba (el deporte me está matando), me puse el pijama, acomodé la computadora, busqué la peli y me hice un ovillito de almohada, edredón y sábanas. Así como estaba, mientras veía los títulos blancos sobre negro tipicamente woodyallianescos y escuchaba la primera de las tantas operas que iban a formar la banda sonora, sentí que el mundo era un lindo lugar. El colchón, las sábanas y la película -pensé- son el mejor analgésico muscular del "mundo mundial".

Pero hay pelis y pelis.

Están las de "el mundo es hermoso y cómo me gustaría vivir esa vida, en esa casa, con ese paisaje, esa comida y sí, ese tipo de amantes" (ej. Un buen año, de Ridley Scott); son historias lindas que, aunque ya sabés como va a terminar todo, se disfrutan.

Pero hay otras, como la mismisima Match Point, que disturban. Meten el dedo y hurgan entre el escremento y las fosas nasales. Son una especie de espejo incómodo que hacen del seguro ovillito de edredones y sábanas una verdadera mierda.

Porque te restriegan en la cara que el mundo no es un lindo lugar, y que la gente que lo habita mucho menos. Y cuidado que no hablo de monstruos terribles, ni asesinos seriales al estilo Hannibal Lecter. No, no, lo que aterra de Match Point -y de su explícita referencia: el Crimen y Castigo de Dostoievsky- es la familiaridad del supuesto "monstruo"; el hecho de que te hagan creer que, aunque sea dificil, llegado el momento todos podamos apretar el gatillo; el descubrirse, en mitad de la historia, queriendo que ese pedazo de hijoputa del protagonista zafe.

Porque Woody Allen puede ser todavía mucho más cínico. La ironía final -última cachetada que te deja sin defensas- es que te termina dando el gusto, y una, acurrucada entre las sabanas que ya no protegen de nada, se tiene que tragar, sin chistar ni protestar -vos lo pedías, nena- que el protagonista salga libre de culpa.

Claro que, en realidad una nunca estuvo pidiendo exactamente eso. En el fondo daba por sentado que la justicia divina existe, y lo que inconscientemente quería era un perdón.

Pero no. El enano genial se rie de uno, y en vez de pollo te da rata, y te deja espiritualmente hablando en bolas. Tal cual plantea las cosas, todo se reduce al azar. Sin orden superior que ponga las cosas en su sitio, lo único que nos queda es el abismo existencial.

y no hay más: fin y otra vez los títulos blancos sobre negro, y otra vez la opera. Vuelvo a acurrucarme y me hago un ovillo. Pero ya nada de paz, lo unico que quiero es que alguien me diga que todo va a ir bien...

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